02-12-2022 – El Mito de Don Juan

Abordar el mito de Don Juan es un viaje lleno de aventuras, como poco. Don Juan no tardó en independizarse de su inventor y del texto fundador, pero no se deja olvidar, lleva una vida autónoma, pasa de obra en obra, de autor en autor, como si perteneciese a todos y a nadie. Don Juan no es un personaje, es un mito. No es un super-amante intensivo o insuficiente, obsesionado o descarriado. Lo hermoso de Don Juan es que nació en el teatro y allí se desarrolló casi exclusivamente hasta finales del siglo XVIII. Múltiples formas teatrales colaboraron a ello; del drama escrito a las ramas populares y semi orales, la commedia dell’arte, la feria y los títeres, pero también la ópera seria y sobre todo la buffa. El Don Juan de Ghelderode no es más que un titiritero, una figura de carnaval en un cabaret. Incluso, una leyenda popular antiguamente dispersa por el Occidente cristiano, y un debate teológico contemporáneo están en el origen mismo de la invariante fundamental, el Muerto vengador. Por otro lado, según Ramón J. Sender hay una influencia árabe visible a partir de los cementerios de la baja Edad Media que venía de la libertad sexual de las mujeres árabes de Asia Menor, que por esto mismo habían sido encerradas, pero se les permitía un día a la semana ir a los cementerios. Podemos situar a Don Juan en un cruce entre lo dramático y la imaginación “barroca” europea; es decir, un galán joven, aventurero y transgresor de leyes y prohibiciones, donde sale a relucir el tema de la inconstancia, la inestabilidad fundamental del mundo y del espíritu, que se asocia automáticamente a la figura del actor, que encarna papeles sucesivos. Esos cómicos de la legua que iban de plaza en plaza en busca de espectadores, para representar sus obras. Don Juan es un profanador, un burlador, un blasfemo, un rebelde a toda clase de leyes y convenciones. Está dominado por el deseo erótico, por pensar en el deseo erótico más que por el puro placer de tenerlo. No se pretende mostrar un personaje machista por el alarde de sus conquistas, sino resaltar los elementos mitológicos de la cultura popular, la cena, la muerte, o en la imposibilidad de dominar a la mujer (o simplemente al género objeto de sus deseos). Porque Don Juan no es un libertino, es un burlador, un engañador.