CV – 10-07-2024 – Economías del arte 2: Imaginarios de la revolución

Desde 1789 la dinámica de los procesos revolucionarios ha estado atravesada por la continua escenificación de unos imaginarios sociales que han tenido el papel de hacer visible y concebible tanto la revolución en sí misma como sus transformaciones o derivas: desórdenes climáticos y geológicos en la Revolución francesa; el tren como imagen del progreso y de una llegada inevitable durante todo el siglo XIX y hasta la Revolución rusa; el imaginario de los hombres que se ponen en marcha, que cobra fuerza con la aparición del proletariado, o el imaginario después del cuerpo colectivo, que los totalitarismos del siglo XX convirtieron en bandera y que todavía perdura en muchas dictaduras; redes y diseminaciones del poder en mayo del 68; elogio de lo heterogéneo y del patchwork en el 15M y en los movimientos de conquista de una nueva ciudadanía; construcciones de la resistencia revolucionaria como Éxodo hoy en día… Estos imaginarios no sólo han dado cuerpo a los procesos revolucionarios, provocando un aluvión de obras de arte e imágenes, sino que también los han relanzado, pues han sido su motor o su combustible. Pero estos imaginarios que animan y relanzan la revolución han terminado al mismo tiempo por devorarla y volverla cenizas, la han consumado porque la han consumido, como si, en el fondo, esos imaginarios revolucionarios fueran la prefiguración de la propaganda publicitaria o estuvieran sometidos a la misma economía que rige las imágenes de consumo: agotarse para renovar el deseo de su compra.

De esta reflexión podemos entresacar una pregunta que animará el trasfondo de este curso y que está también en el centro de gran parte de las reflexiones críticas que despliegan actualmente tanto la teoría política como la teoría crítica de la imagen: ¿qué necesita hoy en día una revolución: un imaginario que la dirija o imágenes y obras de arte críticas? Obras e imágenes que no sean las dóciles siervas de un imaginario en el que queden domesticadas y reducidas, sino esas otras capaces de poner en crisis su propio imaginario, problematizando así la transformación de la revolución en mito.