29-04-2021 – ¿Por qué lee lo que lee la gente que lee?

Y de paso, hablamos de la relación que existe (o no) entre el libro impreso, el digital y la lectura que nos llega por las redes.

En las estadísticas de lectura siempre hay una pregunta cuya respuesta es descorazonadora: ¿Cuánta gente lee? Pero esa pregunta no significa nada (o casi nada) si no la completamos con otra: ¿Qué lee la gente que lee? Y aún una tercera: ¿Por qué lee lo que lee la gente que lee? ¿Obedece esa elección a lo que decía Michel Matly en La función del cómic: al final la decisión última es la del lector? ¿O hay “intermediarios” que desvían esa decisión hacia otras lecturas en las que ni habíamos pensado antes de hacernos con un libro? Preguntas y más preguntas a las que hemos de intentar responder con la complejidad que el asunto requiere, pero también con la claridad que haga más entendible lo que está pasando en el mundo de la lectura. En ese itinerario se cruzan -para complicarlo aún más- el nuevo paisaje que se nos tiende a la curiosidad lectora (por cierto, ¿existe de verdad esa curiosidad?): el libro electrónico y el papel de las librerías, los textos que nos llegan por las redes, la concentración editorial, los supermercados sustituyendo a las librerías (¿un paquete de jamón york de regalo por la compra de un libro?), los clubs de lectura y los talleres de escritura… Y para acabar este repaso: ¿Han cambiado nuestros hábitos lectores desde que se inició el difícil tiempo de la pandemia? Precisamente, en un librito (por sus escasas dimensiones) titulado Lectura y pandemia, Roger Chartier nos ilustra (y bien) para circular mejor por muchos de esos interrogantes: los posibles males que aquejaban al mundo del libro ya existían antes. En todo caso, ojalá que aportaciones cruzadas, como las que se proponen en este coloquio, sirvan para aclarar -aunque sea un poco- ese intrincado laberinto que se abre con la pregunta que encabeza esta breve introducción.