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Las denuncias por usurpación, delito conocido vulgarmente como “ocupación” de inmuebles, se han incrementado en España un 40,9% en cuatro años, pasando de 10.376 hechos conocidos por las Fuerzas de Seguridad en 2015 a los 14.621 con que se acabó en 2019.
El aumento no se ha detenido y, en el primer semestre de este año, las denuncias han subido un 5% con relación al mismo periodo de 2019. Así, este año se han recibido 7.450 denuncias hasta julio, frente a las 7.093 del primer semestre del pasado ejercicio.
La usurpación de inmuebles que, además, habitualmente lleva aparejada la comisión de otros tipos delictivos, como son la defraudación de suministro eléctrico o de agua, se ha convertido en un problema social muy grave, derivado de una primera concepción de la misma como una lucha contra la especulación y respuesta contra la dificultad de adquirir una vivienda, y se ha transformado en un problema de primer orden en nuestro país, fruto de la permisividad social, política y legal contra esta actividad delictiva.
A menudo, nos encontramos en los diferentes ámbitos de la gestión ambiental, la educación ambiental y otros campos de intervención de las personas en el medio natural con la existencia de posturas, opiniones y actitudes diferentes entre los actores activos y en muchas ocasiones, contrapuestas hasta el punto de que dan lugar a un conflicto. Contar con herramientas con las que poder enfrentar estos escenarios, bien como parte interesada o implicada, bien como parte neutral e incluso con un rol mediador resulta imprescindible cuando en nuestro ámbito laboral o personal nos relacionamos o podemos llegar a relacionarnos con este tipo de situaciones. Aprender a identificar elementos potencialmente conflictivos, a tomar una postura resolutiva y no conflictiva, ser capaz de mantener un proceso de conflicto y avanzar en soluciones que reduzcan la intensidad e incluso eliminen los elementos de discusión requieren de una formación especializada y activa.
Es necesario conocer casos prácticos y reales para poder analizar y profundizar en las características de un conflicto socioambiental, conocer los limitantes a la hora de actuar, los posibles errores cometidos y tomar una actitud creativa para abrir nuevos enfoques de intervención. La teoría es una parte muy interesante para acercarse a los conflictos socioambientales, pero conocer de primera mano las experiencias y vivencias de personas que han formado parte de un conflicto o de la resolución del mismo es lo que de verdad puede acercarnos a tener una mirada más amplia y al mismo más rigurosa de lo que supone un conflicto entre personas relacionado con la gestión y la forma de entender y relacionarse con el medio natural.
Tras años de esta gigantesca y desconocida pandemia, con una incesante lluvia de información, muchas veces contradictoria, decisiones autoritarias, con grandes y rápidos cambios en nuestro que hacer diario, además del daño físico producido por la pandemia, se ha materializado un gran desgaste emocional, personal y colectivo. Esta gran catarsis social nos invita a realizar un análisis en profundidad de la actual y futura situación, haciendo hincapié en el mundo emocional.
A lo largo de la historia, la humanidad ha vivido y superado múltiples pandemias donde observaremos similitudes y diferencias. En estas jornadas abarcaremos diferentes áreas de estudio, como las previstas reacciones tanto individuales como colectivas, trataremos sobre el incremento de las adicciones y dependencias, el consumo excesivo impulsivo y hedonista en gran parte de la población y los cambios en nuestros rituales y costumbres que en años anteriores, muchas personas, ni siquiera hemos sido conscientes. Con todo ello, en estas jornadas, dotaremos de herramientas para poder acometer con éxito estos futuros cambios.
Se trata de un curso de verano que atiende tanto a las subjetividades en torno al sentido emocional del vino como a sus valores patrimoniales, económicos y para la sociabilidad. Se propone un acercamiento al vino desde su contexto socio-cultural.
Cuenta Ana Iris que fue a través de la profesión de sus abuelos feriantes como experimentó, de niña, el golpe definitivo pero sutil de la globalización. Los 2000 estaban a punto de entrar y con ellos el euro se convertiría en moneda única. En los terrenos vacíos de los pueblos se empezaron a construir urbanizaciones de adosados que en algunos casos quedaron desiertas; en los aledaños de las capitales de provincia, centros comerciales para abastecer a la clase obrera de hamburguesas a un euro los fines de semana. Los chicles pasaron de costar cinco pesetas a costar cinco céntimos, los niños dejaron de ir sin cinturón en el coche y los adultos de poder fumar en los trenes y en los bares. Y el oficio de sus abuelos, las romerías, los mercadillos y las ferias dejaron de tener sentido porque la vida misma, reflexiona la periodista, se convirtió en una feria. Con ella hablaremos de las consecuencias de la globalización en la cosmovisión de su generación, la millennial, a través de algunas de las reflexiones de su libro que tienen que ver con el la crisis económica, la pérdida del sentido de comunidad, el liberalismo más allá de su cara económica o la quiebra de la confianza en un progreso sacralizado por una serie de generaciones anteriores que trabajaron y lucharon por él.
Durante siglos y más allá de las Facultades de Bellas Artes o de los propios ámbitos creativos y artísticos en los que se desarrolla y desenvuelve, el Arte parece haber estado relegado a un segundo plano y hasta denostado por los que se consideraban y consideran entornos puramente científicos. Ciencia y Creatividad o Arte y Ciencia, han sido y aún hoy son binomios difícilmente hermanables, en y por determinados sectores.
Sin embargo y como ejemplo innegable de integración e interdisciplinariedad, este curso ha unido a artistas, juristas, trabajadores sociales, profesores, filólogos, físicos, pedagogos, químicos, sociólogos, politólogos, psicólogos y filósofos que tienen en común el hecho de haber empleado la creatividad en el desarrollo de cualquiera de las disciplinas a las que cada profesional se dedica.
Así, además de la maravillosa y humanista unión de conocimientos, los profesionales que se han servido de música, literatura, pintura, escultura, teatro, fotografía, cuentos, cómics, cine, humor gráfico, mundo cibernético o publicidad en el desarrollo de su actividad investigadora y docente y tanto teórica como práctica, no sólo han llevado a cabo beneficiosas terapias o intentado transmitir “con arte” sus conocimientos, sino también creado con ello una determinada interacción social. Y todo gracias al arte o, mejor dicho: ¡ARTE! Porque la aplicación del arte en el mundo científico no sólo es posible, sino también hermosa, enriquecedora, integradora y, hoy en día, necesaria…
Entre otras cosas porque la neurociencia moderna ha demostrado, científicamente, que sin pasión no hay aprendizaje. Y si no hay aprendizaje, ¿qué sentido tendría la enseñanza y la actividad docente en sí? ¿Y cómo se llevará a cabo cualquier terapia con resultaos satisfactorios? El Arte es esencial en cualquier aspecto de la vida porque, además de destilar belleza, genera pasión, y la pasión nos enreda en la fascinante madeja de querer saber y entender cuanto nos rodea.
Pese a que como afirmó Einstein “Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio”, nunca debemos dejar de luchar por desintegrar prejuicios que a día de hoy, además de ser obsoletos, nos impiden hacer bien nuestro trabajo en ámbitos terapéuticos o en ámbitos docentes.
Sin duda, el mayor prejuicio es no querer ver que el siglo XXI nos incita a integrar, humanizarnos y reconectarnos reconociendo el Arte en nuestras vidas. Porque el Arte, en todas sus variantes y desde tiempo inmemorial y hasta la actualidad, ha sido y es, por excelencia, no sólo el “gran” medio de expresión del ser humano, sino también una forma de rescatar el Humanismo perdido, siendo vehículo de comunicación y unión entre unos y otros.
Por tanto, con este curso también se hace necesario incitar a cambiar muchos esquemas y, de entre ellos, tal vez deberíamos empezar por cambiar nuestra forma de entender y relacionarnos con el Arte. Primero como juristas, filólogos, filósofos, sociólogos, pedagogos, científicos, trabajadores sociales o terapeutas en el más amplio sentido de la palabra, asimilando que el Arte es una herramienta esencial que facilita y enriquece nuestra actividad. Pero sobre todo como docentes: porque el Arte, en todas sus variantes, es un medio maravilloso para comunicar y transmitir valores al tiempo que se transmiten conocimientos para poder conocer, enseñar, aprender, integrar y, siempre, enriquecernos. Después de todo, ¡no hay mayor arte que saber vivir con arte!