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Este Taller de Escritura Narrativa se plantea el objetivo de facilitar a los amantes de la literatura y la escritura las herramientas esenciales para estimular la creatividad, aprender y mejorar las técnicas narrativas. Los objetivos y la metodología de las clases se centrarán, pues, en trabajar la creación literaria, tanto a nivel formal como de contenidos, a través de exposiciones, comentarios, reflexiones y propuestas centradas en la mejora del estilo personal. Todo ello, sin perder de vista que no sólo importa la asimilación del utillaje técnico, sino también la propia asunción de que escribir va más allá de redactar correctamente, que es pensar la realidad que nos rodea, lanzar preguntas al mundo en que vivimos o inventarlo al tiempo que nos inventamos a nosotros mismos.
VICENT USÓ I MEZQUITA (Vila-real, 1963) es ESCRITOR. Ha publicado una docena de novelas y ha sido galardonado con algunos de los premios más prestigiosos de la literatura catalana, como por ejemplo «Octubre» y «Alfons el Magnànim» de novela. Asimismo, ha quedado en dos ocasiones finalista del más importante de todos, el «Sant Jordi de Novel·la». A lo largo de más de 10 años, ha ejercido como periodista cultural en los periódicos «Mediterráneo» y «Avuí», así como en las revistas «Caràcters» i «Lletres Valencianes». Esporàdicamente ha colaborado con diarios como «El País» o revistas como «El Temps», «L’Illa» u «Òmnium», entre otras. Igualmente, ha redactado guiones para teatro callejero y televisión.
Este curso pretende poner al alumnado en contacto con la riqueza literaria de la provincia de León desde el pasado siglo XX, en relación con sus autoras, prestándoles la atención que tantas veces se les ha negado, ya sea desde lo poético o desde lo narrativo.
A través del repaso de las mismas y de su obra, se pretende descubrir en las escritoras de hoy la huella de las del ayer más cercano, un ayer que en algunos casos sigue siendo presente. Y en esa huella indagaremos también sobre la herencia aportada por la tradición oral, especialmente protagonizada por mujeres y plenamente vigente durante más de la mitad del pasado siglo.
Borges decía: “De los diversos instrumentos del hombre, el más asombroso, sin duda, es el libro. Los demás son extensiones de su cuerpo, el microscopio y el telescopio son extensiones de su vista; el teléfono es extensión de su voz; luego tenemos el arado y la espada, extensiones de su brazo. Pero el libro es otra cosa: el libro es una extensión de la memoria y la imaginación”
Los libros forman parte de nuestras vidas: los libros sensoriales que estimulan al bebe en el tacto, la vista y el oído, los libros de cuentos que nos adentraban en un mundo de fantasía antes de ir a la cama, aquellos que nos enseñaron a leer, a descubrir la geografía del mundo y las historia de nuestros antepasados, los que ayudaron en nuestro crecimiento personal en horas de flaqueza, los que nos acompañaron en aquel viaje de tren interminable o nos sirvieron de evasión tumbados en la arena de aquella playa. Aquellos que contenían los poemas que convertían en bellas palabras lo que nuestro corazón balbuceaba, aquellos que nos hicieron descubrir el coraje y la valentía de grandes personajes y grandes hazañas, o los que hicieron posar nuestra atención y nuestro cariño en imágenes poderosas de pequeñas gentes y vidas cotidianas.
Los libros son maestros, compañeros, pero también son memoria y alimento del alma. Por ahí se oye: Dime con quién andas y te diré quién eres. En otros foros se escucha: Somos lo que comemos. Hoy desde aquí me atrevería a decir que Somos lo que hemos leído.
Uno piensa que elegimos nuestras lecturas, que, dependiendo del tiempo disponible, la inclinación del ánimo o los gustos personales optamos por uno u otro libro. Pero, ¿quién no ha tenido alguna vez la sensación de un libro nos ha elegido a nosotros, que llega justo cuando lo necesitamos para dar respuesta a aquello que andábamos buscando: una información, una actitud, una alternativa, un camino?
A lo largo de nuestras vidas tenemos compañeros de juego, de colegio, de trabajo, de viajes, compañeros de vinos. Tenemos maestros de escuela, maestros de oficio, maestros espirituales, y maestros de libros. Pero, nos hemos parado a pensar ¿Quiénes son mis maestros en el ejercicio de la nutrición bibliográfica? ¿Quiénes son mis compañeros de lectura: aquellos que me regalan, me sugieren un libro o me sacan el billete para viajar junto a ellos en océanos de lectura?
Este taller se plantea como un espacio de auto-indagación personal (autoconocimiento) para tomar conciencia de la relación que, a lo largo de nuestro ciclo vital, hemos tenido con los libros: cuales son los temas de lectura que más nos atraen y de donde nace nuestro interés por ellos, qué autores conectan más con nuestro sentir (y de paso poner palabras a nuestras emociones), qué libros han marcado un hito en nuestras vidas, qué frases, ideas o imágenes sacadas de un libro se han convertido en estandartes o faros que han iluminado y dirigido nuestro destino existencial. En definitiva, ¿Cómo me han ayudado los libros a ser mejor o simplemente persona?.
Nombrar, recordar, reconocer y mostrar gratitud hacia los libros de nuestras vidas se convierte en vehículo para hacer balance de mi existencia y de mi crecimiento personal.
Así mismo este taller se presenta como un espacio social para compartir: una vez tengo identificados mis tesoros trazo los mapas para que otras personas que sintonicen mi misma frecuencia puedan acercarse hasta ellos y disfrutar de su brillo.
Lo mismo que los autores se desnudan ante nosotros a través de sus personajes y sus historias y generosamente nos hacen participes de lo que piensan, sienten o dudan, nosotros podemos abrir también nuestro cofre de aprendizajes y descubrimientos al bien común.
Estas Jornadas tienen un matrícula solidaria opcional de 5 euros que irán destinados a Valencia Acoge, espacio solidario de aprendizaje intercultural y lucha contra el racismo y el individualismo insolidario; en el que se ofrece contribuir en la creación de una sociedad mejor mediante la participación y la acción de personas autóctonas e inmigrantes.
Y, para que no faltara nada a esta obra, que en una primera aproximación podía aparecer monotemática, también encontramos en ella (y de un modo nada arbitrario, sino surgiendo en el momento justo, con todo lo que lo anterior aporta, y lo que lo posterior desarrolla y precisa) un grupo de estremecedores poemas de amor, donde se dice por ejemplo que el desliz de la muerte / Eres tú misma; pero que yo resumiría aún mejor en el poema El rostro claro del amor (…ese instante preciso / En que culmina todo / Y se apaga la voz / Tan dulcemente), personalísima variación del mito de Orfeo.
Así puede entenderse que se nos diga, un poco más adelante, que La muerte vive, o que el poema Belleza y constancia, que no me resisto a transcribir entero, nos apunte que Quizá debiéramos acompasarnos al tiempo / Con la misma belleza de la muerte / Con la misma constancia / Y en su dulzura descansar.
La muerte, pues, como posible maestra del vivir, que nos enseñe a ser de algún modo como ella, acogedora y capaz de llegar a la última significación de la vida, a la que a la misma vida le resulta difícil alcanzar, o que al menos no lo conseguiría del todo sin ella: sin su lección, aunque dura y hasta atroz, de paciente sabiduría.
Y eso es este libro, en mi opinión: un modo de descifrar, o intentarlo, la significación más honda de la vida mediante la luz, implacablemente reveladora, de la muerte; y también, inevitablemente, de ver y comprender de algún modo lo más esencial de ella, de la muerte misma, a la luz de la vida, de la que esa condición mortal es observatorio privilegiado, y construcción activa de sentido. Ése es también, en último término, el más decisivo trabajo de la muerte: el enseñarnos no sólo quiénes somos realmente, sino a serlo de hecho, con la plenitud viva que ella pone en lo suyo. La muerte, pues, como lección y como lector a la vez; la muerte como vida.