27-05-2021 – El general bonito. Ambición y poder

Las vidas de la joven reina Isabel II y el condecorado general Serrano confluyeron cuando, a los quince años de la soberana niña y los treinta y cinco del avezado militar ministro de Guerra, se hicieron amantes. Ella le regaló los oídos con el apelativo de general bonito, y él la transportó a un paraíso de imborrables sensaciones. A los dos años de apasionada relación, y ya casada la monarca, fueron obligados a enterrar su frenética carrera amorosa ante el escándalo ocasionado en la corte, las protestas del rey consorte y la negativa repercusión de esa actitud en las cancillerías de las naciones extranjeras.

La obligada separación los condujo a caminos emocionales divergentes. Mientras la reina sofocaba su furor con un elenco de amantes, el general, casado con su prima Antoñita, iniciaba un periplo de ascensos para culminar su ambición de poder: capitán general de Granada, embajador en París, capitán general y virrey en Cuba. En el terreno político, fue derivando de su monarquismo primigenio hacia Unión Liberal, para terminar siendo republicano.

En tanto la reina, dado su carácter arbitrario e impulsivo, desordenado y caótico, se dejaba abrazar y tener hijos entre sus múltiples amantes, Serrano llegó a presidir el Consejo de gobierno, actuar como regente y ser el último presidente de la I República. Ambos debieron hacer frente a sus violentas frustraciones.