02-11-2021 – El Arte en Zamora XV. Frailes mendicantes, promoción artística, sermones y sepulturas

La regla dominica fue aprobada en 1220 y la de los menores franciscanos en 1223. En lugar de retirarse del mundo, los frailes mendicantes se volcaron hacia el mundo urbano. La espiritualidad y la búsqueda de una mayor pobreza personal que caracterizó a los franciscanos, el recurso al saber del que hicieron alarde los dominicos para combatir contra la herejía, se insertaron en un mundo en el que el individuo podía salvarse al valorar la humanidad de Cristo sufriente.

La cura animarum implicó enfrentamientos entre las propias órdenes mendicantes y con el resto del clero secular. Frente al ideal limosnero de pobreza primitiva, la seguridad material se convirtió en requisito indispensable para el correcto desarrollo de la vida conventual, y ello suponía la inevitable aceptación de rentas y bienes raíces obtenidos mediante la predicación y la provisión de remedio para el alma de fieles pecadores, el ofrecimiento de la confesión, la sepultura o las oraciones post mortem. Al escoger la ciudad para instalar sus conventos, predicar, confesar, tañer campanas, abrir escuelas, enterrar a los difuntos y acudir a las procesiones cruz en alto, franciscanos y dominicos disputaron un terreno monopolizado hasta entonces por la iglesia secular.

Más lentos y selectivos, los dominicos se instalaron en Segovia, Palencia y Zamora, para más tarde alcanzar Burgos y Salamanca entre 1224 y 1230, y en la segunda mitad del siglo XIII León, Ciudad Rodrigo, Valladolid, Benavente y Toro. Los franciscanos, inicialmente más espontáneos que los dominicos, anidaron en todos los rincones de los reinos castellanoleoneses, tal vez con la excepción del territorio abulense, donde no llegarían hasta más tarde.

En el reino de Castilla, franciscanos y clarisas aprovecharon la protección papal y los privilegios que recibieron de los oligarquías locales y de los mismos reyes, escogiéndolos como confesores (Sancho IV, María de Molina, Fernando IV, Pedro I, Enrique II, Juan I o Enrique III), si bien la orden franciscana asistió a un conflicto interno entre conventuales y espirituales.

A lo largo del siglo XV, el eremitismo siguió atrayendo a pequeñas comunidades. Pedro de Villacreces abandonó La Salceda para fundar la Domus Dei de La Aguilera (1404), San Antonio de La Cabrera (1405) y la Scala Coeli del Abrojo (1415). Su labor fue proseguida por sus discípulos Pedro de Santoyo (con el apoyo de los condes de Haro), Pedro Regalado y Lope de Salazar y Salinas. Las reformas y la observancia estricta de las reglas monásticas gozaron del apoyo del conjunto de la sociedad: mientras que los grandes ayudaban a fundar conventos y tomaban por confesores a observantes y reformadores, los habitantes de las ciudades favorecían con sus donaciones inter vivos o post mortem. Los menores apostaron por una visión del mundo capaz de seducir a los oyentes de sus sermones y se confesaban con ellos, por una religión que intentaba despertar las emociones recurriendo a la Pasión de Cristo, el culto a María y la Vera Cruz, esgrimiendo sencillos exempla, salpicando su discurso con ataques hacia los poderosos y fomentando la creación de hermandades.

  • Lugar: UNED Zamora
  • Fecha y hora: Del 2 al 27 de noviembre de 2021. Viernes de 19:00 a 21:00 y sábado de 9:30 a 20:00h.
  • Este evento es difundido a través de la Plataforma AVIP y recibe el soporte técnico de INTECCA
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